septiembre 13, 2014

Las Fisuras De La Democracia Y El Feminismo Político. Julio de 2009



Margarita María Peláez Mejía*


Dicen que es nuestra la mitad del cielo. Pero nosotras no queremos dividir el cielo ni la tierra, sino juntos, mujeres y hombres, aprender a conservar entero el planeta, plena la vida y vivos los sueños.
Feministas chinas.

“Fisuras de la democracia” es el tema que nos convoca. Los debates sobre la democracia, el género y la ciudadanía de las mujeres han ocupado en las últimas décadas la producción de las ciencias sociales y de la filosofía política feminista, con temas tan diversos como la teoría política feminista, el enfoque de género en las políticas públicas, el acceso de las mujeres al poder, su incorporación al desarrollo y otros.

La empresa de determinar cómo entre las fisuras de la democracia están consideradas las mujeres es bastante ambiciosa, mi propuesta es desarrollar una breve reflexión que nos permitirá acercarnos a algunos puntos de vista del movimiento social de mujeres frente a la democracia, pero antes cabe advertir que desde sus orígenes como sistema de gobierno o sistema político, en el régimen democrático la exclusión de las mujeres ha sido una constante. Históricamente, la democracia no ha respondido ni satisfecho las necesidades y expectativas de las mujeres, y ha desconocido las propuestas y la teoría política del feminismo.



Obstáculos Al Ejercicio De La Ciudadanía

El tema de lo público y lo privado es eje central para entender los obstáculos culturales que siguen presentes en el ejercicio de la ciudadanía femenina. El origen histórico de estos conceptos nos remite al mundo griego, donde la separación entre lo privado y lo público es tajante: el oikos, el hogar, es el ámbito de lo doméstico, de la administración de lo privado, mientras la polis, la Ciudad-Estado, es el ámbito de lo público, del interés común y la relación entre iguales.

La desigualdad es propia del mundo privado, las mujeres, los esclavos, los niños y las niñas son parte de ese universo privado, no son ciudadanos o ciudadanas y por ende no “salen” al espacio público a relacionarse con otros/as iguales. En el universo privado las jerarquías son claras, se está sometido al régimen de la necesidad y esa es precisamente la función, satisfacer las necesidades bien sea de alimentación, vestido, vivienda o reproducción.

En la polis se es libre, allí los ciudadanos son iguales entre sí y se relacionan en términos horizontales, no jerarquizados. En lo público, espacio, reservado históricamente a los varones, se encuentran las actividades socialmente más valoradas, más prestigiosas, las que reciben mayor reconocimiento por estar al alcance de las miradas públicas. En este espacio público se admite la competencia para definir quienes son las personas mejores, las más capacitadas y cuáles no, allí se produce el filosóficamente denominado “principio de individuación”, el cual expresa las diferencias entre sujetos o individuos con sus respectivos espacios y territorios de actuación, sus espacios de poder.

Con base en los argumentos anteriores, se ha dicho que quienes actúan en lo público son sujetos con poder y es en este espacio donde actúan los iguales, los pares. El poder que nuestra sociedad ha construido como hecho humano fue hasta un tiempo reciente y de manera exclusiva, una especialidad masculina.

En el espacio privado, que se les ha asignado como “natural” a las mujeres, se desarrollan las actividades de menor valor social, menor prestigio y escaso reconocimiento. La individuación no se da en lo privado y por lo tanto éste es el espacio del anonimato, del sin sentido social, de lo que carece de significado y trascendencia. Es el espacio de lo repetitivo, de las labores domésticas en las cuales no existen estímulos para competir por reconocimiento o prestigio y desde allí es más difícil luchar por espacios de poder. Lo privado es el lugar de “las idénticas”, no individuas y menos aún sujetas con poder, pues ellas no están ubicadas en el espacio donde la individuación tiene sentido político.

El origen de esta división entre lo público y lo privado está inscrito en el patriarcado, sistema simbólico que determina un conjunto de prácticas cotidianas concretas que niegan los derechos de las mujeres y reproducen el desequilibrio y la iniquidad entre los sexos. El patriarcado condenó a las mujeres a la oscuridad, al silencio, a la invisibilidad, al no-reconocimiento y a ser parte excluida de una comunidad de seres libres e iguales; durante siglos se ha insistido en la oposición entre lo público y lo privado y de esta manera se ha perpetuado la división del trabajo entre hombres y mujeres en función del sexo, asumiéndola como algo natural.

A partir de esta contextualización podemos entender las fisuras de la democracia hoy, explicar las restricciones y limitaciones del actuar de las mujeres en el complejo tránsito de lo privado a lo social y lo público. Como ejemplo veamos la Revolución por excelencia, la Revolución Francesa, la cual pregonó los principios de libertad, igualdad y fraternidad que inspiran los proyectos políticos modernos. Las mujeres se movilizaron, lucharon junto a los hombres y en medio del combate fueron asumidas como iguales, más no sucedió lo mismo cuando triunfó la Revolución, pues entonces las mujeres contrastaron el carácter androcéntrico de la misma al observar que valores como la justicia, la libertad o la igualdad ellas los vivían como injusticia, opresión y discriminación.

Maximilien de Robespierre no les perdonó a las mujeres que en cabeza de la inteligente y audaz Olimpia de Gouges, publicaran la Declaración de los derechos de las mujeres y la ciudadanía. El principio de igualdad de esta Revolución fue el guillotinamiento de las líderes y la negación a las mujeres de los derechos que se les reconocieron a los varones.

La Ciudadanía Democrática implica pertenecer a una comunidad política basada en derechos y deberes civiles, políticos, sociales y económicos. En tanto concepto histórico, dicha ciudadanía se ha construido socialmente y presenta variaciones de acuerdo con el contexto donde sean incluidos o excluidos los derechos de algunos sectores de la población.

Es importante señalar como aún en los países más democráticos, sólo a los varones se les reconoció en un principio el derecho a la ciudadanía, pero no a todos los hombres. No todos eran iguales en el mundo de lo público; los no propietarios de tierras, los esclavos, los negros, los analfabetas y los extranjeros quedaron excluidos de la ciudadanía, junto a las mujeres, a quienes se las consideraba incapaces de ocuparse de lo público. Todavía hoy las mujeres no son ciudadanas plenas y el derecho a vivir una vida libre de violencias está lejos de hacerse realidad.

Las Teorías Políticas Y El Feminismo Político

Las teorías políticas que sustentan la construcción de las sociedades democráticas actuales son el liberalismo, el socialismo y el feminismo todas ellas buscan definir la identidad de los sujetos sociales y establecer los diversos mecanismos para lograr la cohesión social que debe ser alcanzada con los cambios y dinámicas institucionales permanentes del Estado. El objetivo de toda teoría política es explicar cómo se han de configurar el Estado, la sociedad civil y la relación entre estas dos instancias, y cómo debemos entendernos, relacionarnos y actuar cada uno/a de nosotros/as en la sociedad civil en cuanto sujetos, es decir, la teoría política nos construye y posibilita los caminos hacia la cohesión social.

Precisamente es a partir de lo que somos y del ideal de sociedad que soñamos, que podemos construir la praxis política. Nuestras aspiraciones de justicia, libertad e igualdad determinan el grado y tipo de democracia que podamos tener, pero hasta el presente los modelos de la misma han tratado de manera excluyente estas tres aspiraciones humanas que se basan en dos teorías políticas: el liberalismo y la socialdemocracia clásica. No obstante, esos modelos le han aportado a la teoría política dos principios: el concepto de individualidad que dio lugar a los derechos individuales y el concepto de distribución de las riquezas, del cual derivan y son producto los derechos sociales.

El feminismo político reconoce estos aciertos y desarrollos, pero les señala unas limitaciones fundamentales a las dos teorías en cuanto ninguna afecta la distribución de la riqueza, ni ha cambiado la valoración que se tiene sobre las mujeres. Al liberalismo le critica su escaso interés en la transformación de las instituciones y a la socialdemocracia el no profundizar y hacer énfasis en las políticas de reconocimiento que son fundamentales para la idea de construir la igualdad.

Un paso más allá de la justicia es el reconocimiento por el cual luchan los seres humanos en diversas esferas: reconocimiento personal por el amor, social por la valoración del trabajo individual o grupal, y jurídico, ligado a los Derechos Humanos. Para que exista el reconocimiento no basta “tolerar”, hay que participar e incluir las singularidades ajenas. Desde el reconocimiento se puede entender y ampliar el campo de las dominaciones no del todo explicitas, como los malos tratos a las mujeres en tanto expresión de la dominación masculina que subsiste a pesar de los avances jurídicos, e igualmente la discriminación salarial y laboral.

Otro elemento a destacar en la actualidad es que a los principios emblemáticos de la democracia –libertad, justicia e igualdad– se les plantea el principio del pluralismo, entendido en su dimensión de diferencia no sólo colectiva, sino individual. La democracia enfrenta el reto de incluir el carácter fragmentado de los pluralismos emergentes que luchan por su reconocimiento, entre los cuales se halla la diversidad de géneros; es importante señalar que en el debate teórico sobre la democracia está planteado el problema que supone incluir las diferencias de los colectivos y las individualidades no identificadas con el paradigma patriarcal, o sea con el arquetipo viril de la historia: hombre blanco, letrado y de clase alta.

Un asunto derivado del anterior e intrínsecamente relacionado con él se refiere a la ciudadanía en general y la ciudadanía de las mujeres en una democracia incluyente, pues ésta aún no se deslinda del paradigma hegemónico masculino para permitirle la entrada a nuevos actores sociales. La ciudadanía en tanto categoría patriarcal, se señala como una imposición a las mujeres.

La Igualdad Como Reconocimiento

No sólo queremos un trozo de pastel, sino que queremos elegir también su sabor y saber hacerlo nosotras mismas.
Ela Bhatt[1].

El feminismo político parte del reconocimiento, sin fisuras, de la igualdad entre los sexos, porque la desigualdad sexual es común a todas las sociedades y no existe un país en el mundo que trate de igual manera a sus mujeres y a sus hombres. La desigualdad sexual es real y no equivale a otras desigualdades, el sexismo tiene su expresión en todos los ámbitos de la vida de las mujeres y esto hace que el movimiento social de mujeres sea planetario en sus luchas por la conquista de los derechos civiles y políticos, los cuales expresan derechos y libertades que las personas poseen frente al Estado y deben ser garantizados por las políticas sociales.

Las mujeres reivindican que “lo privado también es político”, como una forma de visibilizar las iniquidades y abrir el debate sobre las desigualdades que ocurren en el mundo doméstico, familiar, laboral y social, y así evidenciar los obstáculos y circunstancias que limitan el ejercicio pleno de su ciudadanía.

En su dimensión de concepto, la ciudadanía está determinada también por los acontecimientos que la gente protagoniza en la esfera pública y las derivaciones de tendencias globales como las migraciones, las exclusiones sociales, las reivindicaciones de minorías étnicas y otros asuntos que permiten ampliar los derechos y las dimensiones de lo público. Podemos decir que el mayor poder de incidencia de las y los ciudadanos está relacionado estrechamente con la calidad del ejercicio de sus derechos ciudadanos.

Las mujeres, en la mayoría de los países del mundo, son más vulnerables a la violencia física, están peor alimentadas, poseen dificultades reales derivadas de la cultura para la movilidad, el acceso a la propiedad y la plena participación política. En los puestos de trabajo deben enfrentar obstáculos como el acoso laboral y el sexual, sumados a la discriminación por sexo en el salario, y con frecuencia tienen doble jornada debido a su actividad laboral y las responsabilidades en el hogar. Además de éstas y otras realidades ellas carecen de tiempo libre o de ocio, o su tiempo es limitado e insuficiente para desarrollar sus facultades imaginativas, intelectuales y recreativas.

La desigualdad de los sexos está en relación directa con el desarrollo social, la democracia y la pobreza:

En los países en desarrollo, tomados en conjunto, hay un 60% más de mujeres que de hombres entre los adultos analfabetos. La tasa de escolaridad de las mujeres, incluso la de primaria, es un 13% más baja que la de los varones y el salario de las mujeres alcanza solamente las tres cuartas partes del salario de los varones[2].

Como lo plantea el texto anterior hay una discriminación significativa de las mujeres en cuanto al salario. Este desfase ha generado un fenómeno que se denomina ¨feminización de la pobreza¨.

Las mujeres se encuentran en desventaja frente a los hombres, existen barreras culturales, sociales, económicas y políticas que obstaculizan el disfrute de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. La discriminación, la violencia sexual, la violencia doméstica, física, sicológica e intrafamiliar, derivan en una baja autoestima y calidad de vida para ellas.

Si observamos esta realidad, encontramos que en Antioquia la jefatura de hogar femenina es de 35,39% según la Encuesta de Calidad de Vida que se hizo para la región en 2007. Este patrón de comportamiento está dado por las pautas de las instituciones socializadoras –familia, medios de comunicación, escuela e Iglesia–, las cuales han sobrevaluado la función materna y le han restado importancia al papel del padre en las funciones de reproducción y cuidado de la vida y la familia; el abandono alimentario y la negligencia en la crianza, además de la violencia intrafamiliar y sexual, son algunas manifestaciones de ese comportamiento masculino.

Como movimiento social contemporáneo, el feminismo ha enriquecido la interpretación y el estudio de las pobrezas al cuestionar la mirada economicista y plantearlas como situaciones sociales e históricas de injusticia social, opresión y desigualdad en los derechos. Entendiendo que la explotación mata al cuerpo y la opresión al espíritu, el feminismo afirma que la ciudadanía de las mujeres pasa por reconstruir su valoración cultural y social en cuanto seres humanos y grupo subordinado.

El reconocimiento debe ser tanto individual como colectivo y así el ejercicio de la ciudadanía plena implica que las mujeres sean reconocidas como actoras por la justicia social y económica, por la igualdad de derechos y oportunidades, pues con la ausencia de reconocimiento y la invisibilización de lo femenino en la sociedad es que se han promovido dos tipos de ciudadanos: los varones que ejercen una ciudadanía activa –lograda en condición de soldados y trabajadores– y las mujeres con una ciudadanía defectiva que se funda en su condición de madres y educadoras. Se habla de una ciudadanía femenina defectiva porque se estableció sobre la diferencia sexual y no sobre la igualdad de derechos, porque con ella se justificaron aún más la división sexual del trabajo, la doble jornada y la subvaloración del trabajo femenino.

Corregir estos errores de concepción política es una de las metas del feminismo para lograr la ciudadanía plena de las mujeres, una ciudadanía que incluya el ejercicio de todos los requisitos: elección, participación, distribución de la riqueza y reconocimiento. Reclamar plenos derechos para las mujeres implica recuperar nuestra palabra, nuestra autoría y presencia en el relato de la historia. Si bien los varones han podido ser excluidos a causa de su clase, ninguno lo ha sido en razón de su sexo y en cambo a las mujeres siempre las han excluido del relato de la historia en razón de su sexo[3].

La historia universal ha estado compuesta por relatos de hechos que los hombres ganadores han pensado y actuado, la narrativa de la construcción civilizatoria le da amplia importancia a los cazadores y los guerreros, pero no se interroga sobre lo que pasó con las mujeres en los tiempos de guerra. ¿Dónde está narrada la historia de las mujeres recolectoras responsables de la seguridad alimentaria del grupo y de mantener la cohesión social y la paz? Ésta ha sido la historia del silencio, de la invisibilización del aporte que ha hecho la mitad de la humanidad.

El Feminismo Político Y Las Fisuras De La Democracia
El feminismo político tiene una propuesta de Estado, acerca de cómo debe ser la sociedad civil y en qué términos se define la pluralidad de sujetos que la integran. En cuanto teoría política, el feminismo incorpora los conceptos de individualidad y distribución de la riqueza. Hace también, de su cuerpo teórico el concepto de conciencia de sexo para visibilizar cómo la realidad no puede ser condicionada por el determinismo biológico y la asignación sexual, pues con ello se le da un tratamiento diferencial y parcializado a la libertad y la igualdad.

Para el feminismo político estos principios se entienden en el sentido de equivalencia humana (igual valor), equifonía (igual valor de las palabras) y equipotencia (igual poder), como diferencias equivalentes. Se trata de la homologación de intereses y demandas de las mujeres en relación con las que plantean los hombres, es decir, de validar a las mujeres en su ciudadanía plena, sin dominación u opresión e incluyendo las diferencias de género. Ésta es una propuesta realmente igualitaria y democrática.

Según el feminismo político es necesario incluir asuntos formales como leyes, cuotas y porcentajes de participación, pero lo definitivo es la inclusión de la memoria ancestral –la historia– de las mujeres y la visibilización de su palabra, simbología y narrativa; esto supone construir una nueva realidad que integre los dos mundos, el femenino y el masculino. El objetivo de la democracia feminista es en concepto de Alicia Mirayes, que la categoría sexo pierda su función narrativa y el lugar prevalente que ocupa en la actualidad.

El feminismo político es una teoría del poder que define la política “como el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo”[4]; en esa dirección, el feminismo señala a diversos centros de poder, no sólo económicos, de ser los causantes de la discriminación y exclusión de las mujeres. El poder se considera el eje fundamental de la reflexión política y punto central de la práctica feminista y de las luchas de las mujeres.

Para nuestra sociedad el poder siempre ha estado mediado por el poder de la apropiación, el poder de dominio y el poder de control, o sea la posibilidad de ejercer coerción de distintas maneras sobre las demás personas. El feminismo político cree en la democracia participativa que implica el cuestionamiento y la redefinición del concepto de libertad para superar la dicotomía público-privado, y con este fin exige que las instituciones representativas, formales y socializadoras establezcan unos mínimos éticos para abordar problemas como la prostitución, el abuso sexual, el aborto y la violación. Igualmente, el feminismo político cree en un Estado laico.

Siguiendo el mismo orden de ideas, la praxis feminista considera fundamental la crítica a los medios de comunicación y al sistema educativo. El feminismo político cuestiona el sexismo inherente a los contenidos que estas instancias transmiten mediante imágenes y expresiones estereotipadas de las mujeres.

Participación política de las mujeres

Desde Noé, hemos hecho casi todo en parejas, salvo gobernar y el mundo ha sufrido por ello.
                                                                                                                                           Bella Abzung.

La democracia feminista cuestiona el ejercicio actual de la llamada democracia plena, ya que en ella se cumplen los requisitos del derecho al voto o la existencia de diversos partidos políticos sin reestructurar los fallos que tiene la representatividad. De acuerdo con la democracia feminista, la garantía para la participación de las mujeres en el ejercicio del poder y en la toma de decisiones, está íntimamente relacionada con que ellas logren el ejercicio pleno de su ciudadanía a partir del respeto a sus Derechos Humanos.

En el terreno de lo público, la desigualdad tiene su raíz y explicación en las actitudes y prácticas discriminatorias, el desequilibrio de las relaciones entre hombres y mujeres en el seno de la familia y la tajante diferenciación entre lo público y lo privado. La situación es clara en el caso colombiano, donde las mujeres con sus luchas han obtenido logros de carácter formal en el campo legislativo y otros que se han plasmado en avances reales, aunque muchos derechos aún están por hacerlos realidad. Señalaré algunos reconocimientos que han sido fundamentales en la ruta hacia la conquista de la ciudadanía plena:


1922 - Administración de sus bienes personales por las mujeres casadas.
1933 - Acceso a la educación superior.
1936 - Derecho a ejercer cargos públicos.
1957 - Derecho a elegir y ser elegidas.
1962 - Igualdad de remuneración.
1974 - Igualdad de derecho frente a los hombres, se elimina la potestad marital.
1982 - Igualdad de los hijos(as) del matrimonio y extramatrimoniales.
1991 - La Constitución Política consagra el principio de la no-discriminación, la participación  en niveles decisorios de la administración pública y la sanción a la violencia intrafamiliar.

El proceso de conquistas femeninas continúa no obstante que la participación está íntimamente relacionada con el reconocimiento y el ejercicio de los derechos de las mayorías, ya que sentirse y ser sujetos de derechos va más allá de la consagración en una Constitución Política o una ley. Ejemplo de lo anterior es la participación mayoritaria de las mujeres en las organizaciones de base –en las formas políticas no convencionales– y su ausencia notable en las elites y lugares de dirección y representación, un obstáculo que comúnmente se denomina “techo de cristal”.


La paridad, como mecanismo de exigibilidad, se considera un derecho de las mujeres y la democracia participativa será entonces la génesis democrática del Estado de Derecho en cuanto permite la conformación de un espacio público pluralista, enriquecedor en ideas, proyectos y debate al incluir a la otra mitad de la población, las mujeres. La democracia participativa será el espacio del aprendizaje fundamentado en razones, pactos y concertaciones que permitan trazar un destino común y democratizar la gestión del desarrollo y la misma democracia.

En tal sentido, la democracia feminista incluye las políticas redistributivas, las políticas de reconocimiento –que como rasgo de la ciudadanía implican la erradicación de las normas y estereotipos sexuales– y la inclusión de la denominada esfera privada en el ámbito de lo público. El eslogan feminista de los años sesenta del siglo XX “Lo privado también es público”, ha servido para visibilizar las fisuras de la democracia con respecto a las mujeres: la feminización de la pobreza y la desigualdad en el acceso a los centros de poder a los lugares donde se toman las decisiones que afectan sus vidas y su futuro.

Representación femenina en los parlamentos
A diciembre de 2002, el promedio de mujeres que tenían un escaño en los parlamentos del mundo era de 14,3%. Los porcentajes estaban repartidos así:

Europa (excluyendo los países nórdicos)[5]
15,5%
Asia
15,2%
América
16,5%
Estados árabes
5,7%
África subsahariana
13,6%[6]


Participación política de las mujeres en Antioquia
La participación política de las mujeres antioqueñas en los diferentes escenarios de representación no dista mucho de la forma como la misma se comporta en el ámbito mundial. De los 125 municipios que integran el departamento de Antioquia, únicamente en seis hay alcaldesas (4,8%), y en los concejos municipales la relación es de 84% de hombres y 16% de mujeres. La distribución porcentual de participación según el cargo se puede apreciar en la tabla siguiente.

Participación política en Antioquia
2008-2011

Corporación / Cargo
Total
Hombres
%
Mujeres
%
Alcaldía
125
119
95,2
6
4,8
Concejo
1.439
1.205
84
234
16
Asamblea
26
24
92,3
2
7,7
Fuente: Departamento de Antioquia, Registraduría Departamental del Estado Civil,2008.




Avances hacia la ciudadanía plena
Sin embargo, en el modelo se están produciendo fisuras que implican avances en la conquista de la ciudadanía plena de las mujeres. En el caso de Colombia, se registran logros significativos en tres campos: la educación porque hoy las mujeres son en promedio más educadas que los hombres, lo demográfico en cuanto las mujeres redujeron la tasa de natalidad drásticamente y lo laboral porque han incrementado significativamente su participación en el mercado de trabajo.

Esto permite afirmar que hemos logrado grados importantes de inclusión, aunque la opresión continúa manifestándose de formas diferentes:

Explotación, por medio de la cual algunos grupos o personas controlan y obtienen beneficios de las capacidades de otras. Marginación, como forma de expulsión del derecho a participar en la producción, es la exclusión del derecho al trabajo y la vida social. Opresión, entendida como la susceptibilidad de ser blanco de maltratos, violencias, exclusiones y subordinaciones que son motivadas por la diferencia, para el caso de las mujeres, sexual y que son aceptadas por la sociedad.

A comprender las dificultades que tienen las mujeres para acceder al poder ha contribuido mucho la categoría género, la cual develó cómo hombres y mujeres han sido construidos históricamente con una valoración de sus funciones que no es equivalente sino dual, organizada jerárquicamente y patriarcal. Por lo tanto, necesitamos reflexionar sobre esta cultura que excluye, discrimina y violenta, y esa reflexión debe incluir los modelos de identidad de lo masculino y lo femenino, la valoración de la vida y su significado, para generar una convicción profunda sobre la importancia de cuidar, respetar y conservar la vida para restablecer su valor y sentido como derecho y posibilidad.

Trabajamos por la ciudadanía plena de las mujeres, la cual implicará en lo global un cambio civilizatorio que reconozca su humanidad y sus derechos como la única forma de estar en una democracia incluyente. Sin embargo, hay que avanzar respecto a la igualdad normada y enunciada que no corresponde a la igualdad real, porque continúa existiendo una desigualdad legitimada.

Queremos desarticular los poderes enajenantes, clientelistas, burocráticos y guerreros. Soñamos con una sociedad donde el poder potencie el desarrollo personal y colectivo basado en la cooperación solidaria entre las personas y las instituciones, y para ello proponemos superar los viejos esquemas de ejercicio del poder y reemplazarlos por nuevos ejercicios.

Poder entendido como
Implicaciones en la praxis política
Poder sobre
Conflictos y confrontaciones directas entre quienes tienen y no tienen el poder.
Poder para
Movilización social, establecimiento de alianzas y coaliciones.
Poder interno y personal
Incremento de la autoestima, ampliación de la conciencia, construcción de confianza y credibilidad.

Apropósito del feminismo y el ejercicio de una ciudadanía plena de las mujeres, dice mi querida amiga y feminista Olga Amparo Sánchez:

[...] las mujeres vienen construyendo una resignificación de las prácticas sociales y políticas, del lenguaje, de los paradigmas, del Estado, la economía, de la sociedad en su conjunto. El feminismo es entendido entonces como cultura, como crítica a la sociedad patriarcal, a la estructura de poder, a las formas de vida, a la forma como se asientan las relaciones sociales entre sexos, etnias, entre los países. En resumen, el proyecto emancipatorio del feminismo busca incorporar, explícitamente, no sólo las demandas de las mujeres sino, al mismo tiempo, un conjunto de reivindicaciones para el ejercicio pleno de la ciudadanía, que tiene como efecto la ampliación del contenido, garantías, y el ejercicio de la democracia social, económica y política[7]


De ahí que el avance por la igualdad debe ser visto como una estrategia clave para superar las violencias, como un mecanismo para profundizar la democracia en el hogar y en la sociedad en su conjunto y como un acto de ampliación de la ciudadanía plena de las mujeres y de las personas excluidas. Dicho avance se debe entender como un paso civilizatorio para alcanzar la humanidad entre los seres humanos, hombres y mujeres.

Bibliografía

Alcaldía de Medellín, Departamento Administrativo de Planeación, “Encuesta Calidad de Vida Medellín 2006”, noviembre 2007.
___________, “Medellín con equidad de género”, Plan de Desarrollo 2004-2007.
cinep, “Justicia y paz. Banco de datos de Derechos Humanos y violencia política. Panorama de Derechos Humanos y violencia política en Colombia”, en: Noche y niebla, en línea: www.nocheyniebla.org.co
Colombia, Departamento Administrativo Nacional de Estadística (dane), “Encuesta continua de hogares”, citada por: Jorge Bernal, La pobreza y la desigualdad en Medellín 2000-2006, Medellín, 2007.
___________, Instituto Nacional de Medicina Legal, “Datos para la vida, año 2005”, en: Forenses, 2006, en línea: www.nuevoarcoiris.org.co/local/políticas pazauc.pdf
García, Evangelina, Derechos políticos y ciudadanía de las mujeres. Una vía género sensitiva y paritaria al poder y al liderazgo, Caracas, gendhu, 1996.
Gobernación de Antioquia, “El derecho a la vida en Antioquia”, en: Boletín Observatorio de Vida, Medellín, junio 2005.
___________, Secretaría de Equidad de Género para las Mujeres, Lecciones de equidad para la vida. Un ejercicio de gestión de política pública, Medellín, La carreta, 2007.
Irigaray, Lucy, Ser dos, México, Paidós, 1992.
León, Magdalena, “El empoderamiento en la teoría y práctica del feminismo”, en: Poder y empobrecimiento de las mujeres, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo, 1997.
Londoño, Luz, et al., La dominación de regreso a la casa. Impacto de la reinserción paramilitar en la seguridad humana de las mujeres. Caso Medellín, Bajo Cauca y Urabá, Medellín, Gobernación de Antioquia, Universidad de Antioquia, unifem, 2007.
Meertens, Donny et al., Colombia: brechas, diversidad e iniciativas. Mujeres e igualdad de género en un país en conflicto, Bogotá, asdi, Embajada de Suecia, 2006.
Millet, Kate, Política sexual, Madrid, Cátedra, 1995.
Mirayes, Alicia, “Democracia feminista”, en: Feminismos, Madrid, Cátedra, 2003.
Naciones Unidas (onu), “Objetivos de desarrollo del milenio”, en línea: www.un.org/spanish/millenniumgoals/
Nussbaum, Martha, Las mujeres y el desarrollo humano, Chicago, Herder, 1999.
Peláez, Margarita, “Derechos políticos y ciudadanía de las mujeres en Colombia: cincuenta años del voto femenino”, en línea: www.gobant.gov.co/organismos/seguridad/documentos/ponencia_dra.pdf
___________ y Stella Rodas, Política de género en el Estado colombiano: un camino de conquistas sociales, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2002.
Sánchez, Olga Amparo, “Conferencia Mujer y Poder. En: Encuentro Mujer, Poder y Estado, Santafé de Bogotá, 1995.
Springer, Natalia, “Los niños van a la guerra”, en: El tiempo, Bogotá, 14 de abril 2008, pp.1 y 15.
Valcárcel, Amelia, Sexo y filosofía, Barcelona, Anthropos, 1991.
Valcárcel, Amelia. La política de las mujeres, Madrid, Cátedra, 1997.
Young, Iris, La justicia y la política de la diferencia, Madrid, Cátedra, 2000.



* Consultora, docente-investigadora en género, políticas de igualdad, liderazgo y participación política y afines. Dirección electrónica: margaritapelaez2000@yahoo.com
[1] Ela Bhatt es quien fundó la Asociación de Mujeres Trabajadoras Independientes de la India (sewa).
[2] Martha Nussbaum, Las mujeres y el desarrollo humano, Chicago, Herder, 1999, p. 29.
[3] G. Lerner, citada por: Alicia Mirayes, “Democracia feminista”,en :Feminismos, Madrid, Cátedra, 2003, p. 163.
[4] Kate Millet, Política sexual, Madrid, Cátedra, 1995, p. 68.
[5] Suecia es el país del mundo que tiene un parlamento más igualitario, con un 42% de mujeres.
[7] Olga Amparo Sánchez, “Conferencia Mujer y Poder”, en: Encuentro Mujer, Poder y Estado, Santafé de Bogotá, 1995.

1 comentario:

  1. Gracias por esta reflexión profunda, objetiva y seria, me ayuda mucho a comprender porque seguimos estando en desventaja, a pesar de los avances que se han dado a nivel legislativo y el cumplimiento de la Ley de cuotas, aún queda el reto de transformar los imaginarios que llevan a la ciudadanía a no votar por mujeres...continúa la tarea de trabajar en todos los frentes para cambiar el panorama. Recibe toda mi admiración y respeto!

    ResponderEliminar