septiembre 13, 2014

Nuevas Identidades Femeninas Y Masculinas: Conversatorio Con Jóvenes De La Institución Universitaria De Envigado. Junio de 2012

Por: Margarita Peláez

Partiremos por cuestionar  la masculinidad y feminidad tradicionales. Nos referiremos a ellas cuando hombres y mujeres, sin cuestionarse, ni interrogar la cultura, han asumido inconscientemente los roles asignados por el género, es decir, han entado en el circuito de  relaciones humanas dadas por el sistema patriarcal que es común a todas las culturas.


Durante el proceso vivido por ustedes, han cuestionado este modelo y sus consecuencias.  Me permitiré  re-crear algunos asuntos sobre el ser hombre y mujer hoy.


  • Desde siempre, de principio a fin,  la diferencia sexual nos ha seducido. Sus representaciones atraviesan religiones, filosofías y culturas: dakinis sakti y tara, principio femenino activo y creativo y shiva  principio masculino estático en la iconografía  tántrica  hindú;  ying y yang de la filosofía taoísta, Osiris fuerza fecundadora, semilla y árbol de la vida e Isis fuerza fecunda, amor para los egipcios.
  • Lo masculino y lo femenino no constituyen verdades acabadas, los umbrales  suelen ser sinuosos y equívocos. En verdad las identidades de género son construcciones sociales, a  veces incoherentes.

Aceptar  que la trama cultural que hay detrás de las relaciones humanas es la forma como se conciben los papeles de ambos sexos y que el muchacho  en su crecimiento es moldeado  por la sociedad, igual que la chica,  es lo que llamamos proceso de socialización.

No se nace sabiendo cómo ser hombre o mujer, es algo que vamos aprendiendo a través de nuestras vidas. Con el paso de los años vamos adoptando una manera de ser, a partir de nuestro nombre, el color de la piel, la edad, el estado civil, la clase social, la región donde vivimos, que son todas estas características las que aportan a la construcción de nuestra identidad.

A través de la socialización entonces vamos construyendo nuestra identidad. La socialización es el proceso mediante el cual aprendemos las normas, valores, emociones y comportamientos que la sociedad en la que nacimos o vivimos, considera adecuados para las mujeres o para los hombres.

Existen contextos y lugares en donde se aprende a ser hombre y mujer: La familia, la escuela, la iglesia, la calle, el parche o la barra o grupo de amigas y amigos, el sitio de trabajo, los medios de comunicación.

La identidad entonces, es el sello propio, eso que nos diferencia de otras personas. Existe desde una identidad jurídica  -cédula-, hasta identidades genéticas, culturales…

La identidad genera necesidades al ser humano:
- Afectiva: cómo siento.
- Cognitiva: Cómo soy y lo que me diferencia de los demás.
- Activa, desde la libertad y la autonomía. Qué quiero para mi vida

La identidad refleja la historia de vida individual y la influencia del contexto social.

Tradicionalmente la cultura ha marginado a aquello o a aquel que es diferente. Una forma común de evidenciarlo es a través del chiste. En este se evidencia la discriminación contra las mujeres, afro-descendientes, indígenas, personas en discapacidad, etc.

Así como existe una identidad biológica, las sociedades han designado unos referentes culturales de identidad para el hombre, ser masculino y la mujer, ser femenina, y son ratificados por los roles de género.

Este aprendizaje de ser hombre o de ser mujer es lo que se conoce como género.

En  el proceso de socialización a los hombres se les enseña a manejar el poder. Ellos aprenden a decidir sobre su cuerpo, su tiempo, su dinero. Las claves de la identidad masculina que son valoraciones hegemónicas, se mueven entre otras muchas,  desde la alta valoración de la paternidad, el éxito laboral, el desempeño sexual, el ejercicio de la violencia y de la guerra, las trasgresiones a la ley, la cultura del cuerpo, la urgencia y demostración de no ser mujer, la temeridad y las conductas de riesgo, hasta el apetito desbordado por el dinero. A las mujeres se les enseña la dependencia afectiva y a aceptar el tutelaje de los hombres. Ellas deben pedir permiso para tomar decisiones. Se las relaciona con la pasividad, la estética, la sensibilidad y la debilidad física  y afectiva.


Hombres y mujeres estamos en la misma cárcel, la cárcel del género o sea que todos y todas somos víctimas, aunque no de la misma manera y con los mismos resultados en los procesos de socialización.
Es tan marcada y profunda la escisión de lo masculino y femenino,  que parecieran galaxias cuyas órbitas vagan a tropezones, muchas veces en direcciones opuestas, por la infinitud del tiempo. Marte y Venus parecieran sentirse y vivirse como opuestos y contradictorios.


Los estereotipos de género son formas distorsionadas de ver la realidad, en donde los seres humanos se viven como caricaturas.

Los espacios, tiempos y valoraciones asignados a lo femenino y a lo masculino parecieran excluirse mutuamente: hombre –productivo, público, visible, racional, ser para sí, mientras la mujer-reproductiva, doméstica, mundo privado, emocional, ser para otros.

Sin embargo, estos estereotipos de género están resquebrajados en sus cimientos, debido a los cambios originados por los movimientos de mujeres con el movimiento feminista a la cabeza, los cuales han reivindicado e  irrumpido en la historia como sujetas de derechos, trastocando el antiguo contrato entre los  sexos.

Mujeres y hombres estamos cambiando nuestra percepción de sí mismas y sí mismos. Lejos quedaron las imágenes de nuestras abuelas asexuadas y los abuelos esperando la tarde.
Es necesario cuestionar el modelo de construcción de nuestras identidades, como canta Andrea  Echeverri del grupo musical Aterciopelados:

¨Ay, pero los hombres no todos son iguales, cada cual a su manera el ovillo desenreda¨
El proceso de hacerse hombre es más largo y difícil, que el proceso de ser mujer, dice Badinter  Éstos deben demostrar que son hombres continuamente y lo deben reafirmar mediante 3 mandatos: fecundación, provisión y protección.
Las diferencias sexuales entre hombres y mujeres han tenido valoración diferente.  En el caso de lo femenino ha sido subvalorado, invisibilizado, y lo contrario ha pasado con los hombres, que han sido sinónimos de humanidad, referente su hacer y su pensar en la historia y filosofía, la política y el poder. Ese último ha operado en una relación de arriba¬-abajo, dominante-dominado, víctima-victimario. Como una forma de relación había existido sin cuestionamiento por 19 siglos.
Ustedes  hombres y mujeres en este proceso han develado como estos modelos de identidad no nos hacen felices, han evidenciado las múltiples violencias que nos afectan y particularmente las más ocultas-las que ocurren en el hogar-.
Pero hoy quiero referirme a los hombres como víctimas del modelo de socialización.
Ellos están vinculados de manera muy significativa a los escenarios del conflicto y a ser protagonistas de las más diversas violencias que atentan contra ellos y el bienestar de otros hombres, mujeres, niños y niñas.
Para reflexionar:
De la población carcelaria
93.6% hombres     6.4% mujeres.
Muertes violentas
89% hombres    11% mujeres.
Homicidios:
96% de las víctimas son hombres.
Suicidios:
El 76% son hombres.
La violencia pública afecta mayoritariamente a los hombres, lo que en buena medida tiene que ver con las pautas de crianza y socialización.
Hombría masculina
El 53% de los hombres, nunca ha manifestado gestos de ternura hacia otro hombre.
El 24% casi nunca. Me pregunto, qué porcentaje de hombres han manifestado agresividad a otros hombres?
El 44% de los hombres casi nunca lloran.
El 13% dice que nunca lloran
El 36% dice que de vez en cuando. Dicen ser contenidos emocionales el 93%

Ausencia paterna
El 23.3% de los y las colombianas viven sin figura partera –ICBF-
El 41.2% de los y las colombianas comporte poco a nada con el padre.

Todo  lo anterior me hace pensar que hay un tipo de hombría que pone a los hombres en riesgo, y hay un tipo de feminidad que la hace víctima y objeto de violencias.

A manera de conclusión:
Es necesario cambiar los modelos de identidad, salir de las cárceles del género. Hombres y mujeres necesitan empoderarse, reconocerse, admitirse, sentirse y pensarse. Hago un llamado para que las mujeres continúen buscando el reconocimiento de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales  y culturales, sin olvidar y pasar por encima de los derechos de los hombres. El derecho que tienen de sentir, ser cobardes, llorar, ser amos de casa. El derecho a ser parte efectiva  y afectiva en la crianza y acompañamiento de los hijos e hijas. Esto se logrará con una nueva construcción de imaginarios y procesos de socialización nuevos entre hombres y mujeres.

Soñamos con un hombre no guerrero, menos silencioso en el amor, menos seguro, menos amo, menos genital. Un hombre amante que descubre con asombro  a una mujer autónoma. Necesitamos hombres presentes, amorosos y comprometidos con la vida. Cocinar, criar, cuidar la vida y entender el mundo para habitarlo pacífica y amorosamente es el compromiso de todas y todos.

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