Por: Margarita María Peláez Mejía
Disfruto recordar, es una linda manera de revivir, encontrar un pasado vivo con las experiencias sentidas y vividas con intensidad y asombro, que en el presente se valoran y dejan las lecciones para entender la persona que soy hoy.
GRECIA.
En 1980, fui invitada por el gobierno de Israel a participar en un “Curso de Cooperativistas de Colombia”. Había sido una de las fundadoras de la Cooperativa Multiactiva del Barrio San José la Cima, y también una de las fundadoras de la Cooperativa de la Universidad de Antioquia. Viajamos un grupo diverso. Salimos de Bogotá, el itinerario contemplaba llegada a Panamá, para embarcarnos al otro día hacia Holanda (allí nos quedamos dos días), para volar a nuestro destino por 20 días, ISRAEL y alojarnos en TEL AVIV, en el Kibutz de judíos procedentes de Brasil, el Bror chail.
El objetivo del Viaje era hacer un curso de cooperativismo en la HISTADRUT, organización sindicalista solidaria con América Latina. Terminando el curso de Cooperativismo, estaba planeado conocer Egipto y en este país recorrer el Cairo, las pirámides, el Río Nilo, la represa, la gastronomía, los museos y la cultura milenaria de este país.
Continuaré con el viaje a Grecia (objetivo de esta narración), el programa era 3 días en Atenas y un paseo por las Islas Griegas, de 3 días más. Luego seguiríamos a Roma y pasaríamos por PARIS, terminaríamos en Portugal para regresar de nuevo a Colombia. Esta historia la viví allí, en Grecia.
Partimos de Atenas, del Puerto de Pireo, para realizar un crucero a bordo del barco Estrella del Océano. Las islas griegas son uno de los destinos más soñados por los turistas, por quienes aman la historia, la literatura, la filosofía y las bellezas naturales. El mar Egeo y el mar Jónico albergan más de 6.000 islas e islotes rodeadas de aguas azules transparentes y olas que revientan en espuma como copos de nieve, que nos remontan a las gestas, mitos, filosofía e historia del pueblo griego, que sigue viva en el inconsciente colectivo. El objetivo era recorrer varias islas en el barco y bajarnos en las islas de Mikonos y Santorini.
Era mi primer crucero en barco y decidí reservar un camarote individual de primera, que no utilice, el mareo me llevó a conseguir una silla de playa, mirar las estrellas desde la cubierta y dormir allí. Solo fui a cambiarme de ropa para bajar a la isla de Mikonos, una de las de las más visitada de Grecia, por sus aguas turquesas, hermosas playas, animada vida nocturna y diurna con sus bares, restaurantes, comercios y sitios históricos. Fue una fiesta, una delicia, una risa, un disfrute total el mar, bucear y contactar gente del mundo que se comunicaba con la gestualidad y la sonrisa, que es lenguaje universal.
SANTORINI: esta pintoresca y bella isla con sus casas blancas y azules, contrasta con un mar azul intenso y un viento que te acaricia todo el tiempo y te invita a vivir intensamente. Fira, la capital de la isla, invita a recorrer sus calles empedradas, su clásica arquitectura, su glorioso pasado con su espectacular museo y los bellos e inolvidables paisajes del mar Egeo.
Regresamos a Atenas, tuvimos fiesta en Plaka, como despedida de este paseo fantástico. Regresamos al hotel a empacar y madrugar al otro día hacia Roma.
Efectivamente a las 8 a.m. estábamos en el aeropuerto de Atenas listos para embarcar. El coordinador de nuestro grupo, nos pide los pasaportes para agilizar el embarque y cuál no sería mi sorpresa al no encontrarlo con mis tiquetes de vuelo. Inmediatamente decidí ir al hotel, me acompañó una amiga, revisamos todo el cuarto, cajones y nada. La angustia se apodero de mi ser. ¿Qué hacer? Regresamos al aeropuerto y ya estaban embarcando todas las personas del grupo, me miraban, discutían mientras avanzaban hacia el avión. "¿Cómo la vamos a dejar sola?, que se quede un hombre", decían algunas mujeres, era un caos y tuvo que intervenir personal de la aerolínea para agilizar el embarque. Yo los vi despedirse uno a uno al ingresar al avión, cuando cerró las puertas la aeronave e inició el vuelo, entré en pánico. Mi mente pintaba escenarios catastróficos a una velocidad que no conocía. El coordinador antes de partir, me aconsejó dirigirme a la embajada de Colombia en Atenas, allí en la noche él se comunicaría con la embajadora y ya iban a enviar un telegrama para presentarme y pedir que me ayudara en el regreso a Colombia.
No sabía griego, ¿Cómo me haría entender? En esa época no había celulares, ni WhatsApp. Entre en pánico, me senté sobre mi maleta y sentí las lágrimas correr abundantemente por mis mejillas. ¿Cuánto tiempo pasó que estuve inmóvil viendo alejarse el avión y mi seguridad? Caí en el vacío…, de pronto escuché una voz masculina que me hablaba en griego, era un hombre joven que me sonreía y repetía estirándome su mano para presentarse, "ANDRU, ANDRU". Le extendí mi mano y dije Margarita. Hacía movimientos, mostrándome que el avión se había ido y sonreía para tranquilizarme. Me mostró un taxi, me invitó a seguirlo. ¿Qué más podía hacer? Lo vi como mi tabla salvadora e hice lo que me estaba indicando. Me señaló un taxi, me invitó a seguirlo. Dio marcha a su carro y en el trayecto me señaló un hotel, preguntándome por señas en qué hotel me había alojado, saqué la hoja impresa con toda la programación del viaje. Él la miró y nos dirigimos de nuevo al hotel donde había estado la noche anterior, ANDRU explicó la situación y la administradora, junto a un empleado nos llevó al cuarto donde me alojé, se realizó una búsqueda minuciosa con ningún resultado.
Salimos del hotel, y yo dispuesta a hacerme entender para que me llevara a la embajada de Colombia. De nuevo me pidió el Programa del viaje y me hacía señas, que yo no entendía. Siguió manejando y se iba alejando de Atenas. Empezamos a entrar en una zona de astilleros, barcos, embarcaciones, pescadores, una zona deprimida, sucia, caótica, veía trabajadores por todas partes, un gran bullicio y yo sola, con un hombre desconocido. Era un puerto, me fue entrando un miedo desconocido y paralizante, pensaba “nadie sabe dónde estoy, aquí voy a desaparecer, me van a violar y matar, nadie sabrá de mi, una desaparecida más". Empecé a llorar, yo estaba en la parte trasera del carro, mientras ANDRU seguía manejando y alejándonos cada vez más de la ciudad. De pronto él me indica feliz un barco, El Estrella del Océano, parquea, nos bajamos y pregunta por el lugar de objetos perdidos, allí estaba mi pasaporte. Lo tomé en mis manos y aplaudí, gritaba "¡lo tenemos, lo tenemos!". ANDRU, reía feliz.
Regresamos al taxi y la felicidad me invadía, confié en mi nuevo amigo con su sonrisa confiada y solidaridad espontánea. Volvimos al aeropuerto, nos informaron que el próximo vuelo a Roma salía a las nueve de la noche. Pensaba quedarme allí. Él hizo señas que volviéramos al taxi, me inspiraba tranquilidad, lo veía como un amigo guardián. Me dio un paseo por la ciudad de Atenas, su parte antigua, sus barrios y me llevó a un barrio a almorzar, con su familia. No salía de mi asombro al ser acogida con tanta empatía. Recorrí la Atenas que no conoce el turista. Al despedirme de su familia, les compartí parte de los regalos que traía para la mía, no sabía cómo agradecerles, les abracé.
Se fue haciendo de noche, era hora de volver al aeropuerto, él explicó y pude ser ingresada al vuelo de las 9 p.m. Nos despedimos con un fuerte abrazo, yo le quería pagar y no recibió dinero, le di el mejor regalo que traía para mi esposo, intercambiamos direcciones y con tristeza lo vi desaparecer de mi vista.
Ingrese al vuelo, era un chárter de españoles que estarían de paseo en Roma, el español que se escuchaba en las conversaciones, me sonaba a música celestial, era la única pasajera diferente, me preguntaron quién era y el por qué me incluían en el chárter. Me pusieron micrófono y fue la sensación de la noche, reían, se preocupaban con la historia. Al terminar mi relato, por unanimidad, me incluyeron en su primer programa “ ROMA DE NOCHE”, un tour con cena, música, recorrido por la ciudad. Pase feliz, después de la tensión vivida. Me dejaron en el hotel donde estaba todo el resto de la excursión, a las 6 a.m., inmediatamente se regó el cuento que había llegado Margarita, todos mis compañeras y compañeros de viaje salieron a darme la bienvenida. Me pedían que contara cómo había sido esa experiencia, qué era lo que había pasado. Decían que no habían hecho ningún programa en el día, con la preocupación de lo que me podía haber pasado.
Les conté todo el itinerario en la historia vivida en Atenas, el rescate del pasaporte y la bendición de haber encontrado a ANDRU, y como logré vuelo en un chárter con un grupo de españoles, sin contar el Tour de noche, sentí tristeza que mientras ellos no habían hecho ningún programa, yo había conocido la Atenas que ellos no habían conocido y el tour “Roma de noche”. Era extraño decirles que en medio de las dificultades, la vida te sorprende. Esa noche repetí con mis amigos el Tour Roma de noche en silencio y sintiéndome feliz.
Hoy al recordar este viaje, pienso que la vida se vive y se recuerda con la memoria, la voz y la escritura. Traer a la mente los inolvidables encuentros en los viajes con seres diversos en culturas, territorios, edades e historias, que te conmovieron el alma y te llenaron la vida de inspiración para continuar con asombro y gratitud el camino de la vida, es un regalo que me permitió reconectar con lo que me ha traído alegría, paz, amor, empatía, relaciones equilibradas, intercambios armónicos. Un viaje a mi interior.
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