septiembre 13, 2014

Políticas Públicas De Mujer Y Género:¿Hacia Dónde Vamos?. Agosto de 2012


Margarita María Peláez M.
Socióloga, Master en Salud Pública
Phd. en Ciencias.

¨No deja de ser un alivio: no abandonar nuestro sexo, sino desconstruir nuestro género¨.
Julieta Kirkwood


Introducción.
Para analizar las políticas antidiscriminatorias o políticas de igualdad, nos tenemos que ubicar en el contexto político de cada país y en sus tradiciones y procesos. Además en los principios, valores políticos y éticos que animan su formulación y los objetivos buscados.


En Colombia el énfasis en las medidas y acciones, se ha puesto en el conocimiento, información, sensibilización y formación acerca del problema de la desigualdad de las mujeres, proceso similar al seguido por otros países de América Latina, como lo analiza Judith Astelarra en su estudio: “Políticas de Género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina” (Astelarra, 2004).  En este estudio, como en otros realizados sobre el tema por varias investigadoras, se señala que éstas medidas han sido las prioritarias, con pocas actuaciones estructurales contra la discriminación, como han sido las propuestas de cambios en las legislaciones, que tuvieron como factores influyentes, los acuerdos surgidos en la Primera Conferencia Internacional de la Mujer, celebrada en México en 1975; la promulgación y entrada en vigencia de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres CEDAW y la Declaración y Programa de Acción aprobados en la Conferencia Internacional de Derechos Humanos en Viena en 1993, en donde se legitimó la existencia de los Derechos Humanos de las Mujeres.


Como estrategias de intervención pública para transformar el sistema social de género se han utilizado las siguientes: Igualdad de oportunidades, Acción Positiva, Transversalidad y Paridad (que utiliza la acción positiva y la transversalidad). Estas propuestas han dependido del tipo de cambio que se requiera conseguir, de las políticas públicas a las que obedezcan, del enfoque de desarrollo al que se le apueste, de la concepción de Estado y práctica de la participación ciudadana que se tenga.

El sistema de género, generador de desigualdades, debe ser cambiado. Así se ha reconocido y la igualdad ha pasado a ser un reto para los Estados que se dicen democráticos, quienes a partir de la década de los 80 del siglo XX, crearon organismos y mecanismos nacionales que dieran cuenta de políticas que beneficiaran a las mujeres, mediante planes de igualdad de oportunidades, como fueron los conocidos en América Latina y en Colombia a partir de los años 90.

La Igualdad de Oportunidades.

A 53 años del voto femenino en Colombia, recordemos que las feministas sufragistas del siglo XIX y XX eran concientes que la exclusión del mundo público era el obstáculo a la consecución de su ciudadanía; estas luchas se mantuvieron y han logrado diversas expresiones en el siglo XX y lo que va del siglo XXI.

La igualdad de oportunidades hace parte de la tradición del liberalismo clásico que en sus postulados filosóficos plantea como todos los individuos deben tener las mismas oportunidades para su desarrollo personal y como las diferencias que se produzcan entre ellos, obedecerán a los méritos diferentes que tienen las personas en particular (Prince, 2004). La influencia de esta concepción liberal en la configuración del Estado moderno, fue la que dio origen a las políticas públicas.

La igualdad de oportunidades para las mujeres se mide y valora en relación con los privilegios asignados por el sistema de género a los hombres. La política de  igualdad de oportunidades se ha centrado en revisar los marcos legales que permiten mantener las desigualdades y la cultura discriminatoria, para lo cual han desarrollado propuestas educativas para que las mujeres tengan conciencia de sus derechos y conocimientos suficientes sobre ellos en todos los ámbitos de la vida social, política, cultural y económica.

Se han realizado diagnósticos y construido estadísticas sobre la participación femenina y masculina en los diferentes sectores: educativo, laboral y de salud, entre otros, con el propósito de corregir la participación femenina en aquellos espacios donde sea notable su ausencia y en donde los valores femeninos sean inferiores a los masculinos.  Se ha tratado de cambiar a las mujeres, de transformar su identidad de amas de casa por la de ciudadanas con plenos derechos, para garantizar su tránsito y presencia en el espacio público y en los espacios donde se toman las decisiones.

Las políticas de igualdad de oportunidades han aportado información y conocimiento sobre las condiciones de vida de las mujeres, su triple rol, las dificultades y obstáculos en el acceso y disfrute de los beneficios del desarrollo, las exclusiones vividas y sufridas. Información que ha servido  para argumentar y demostrar como el punto de partida para la participación en el mundo público no es igual para las mujeres en relación con los hombres. La equidad reivindica una estrategia política que permita corregir la desigualdad; esta es la acción positiva o las medidas de discriminación positiva, que implican ir más allá de la igualdad de oportunidades, presionando el ingreso de mujeres a campos tradicionalmente negados para ellas, para lograr neutralizar estos espacios y conseguir redistribuir los privilegios generados desde allí.

No es el objetivo de ésta reflexión, centrar el análisis en esta estrategia, ya analizada en mi artículo: La Ley de cuotas, un mecanismo para democratizar la democracia[1], pero si desearía señalar que a esta estrategia de igualdad de oportunidades se le hacen reconocimientos como ser el punto de partida  para el desarrollo de otras políticas que entienden que la desigualdad de género es parte estructural de la desigualdad social, cultural, política y económica.  El ejemplo mejor de ésta política fue la Plataforma de Acción de Beijing en 1975.

Antecedentes de las Leyes de Igualdad.

El interés por las leyes de igualdad fue motivado por la presión de las mujeres en los foros internacionales. En ellos sistemáticamente se ha denunciado el carácter androcéntrico de la legislación y la necesidad de incorporar en ella los derechos de las mujeres.

Con la creación en las Naciones Unidas de la Comisión Social y Jurídica de la Mujer, muchos gobiernos incluyeron en sus Constituciones y legislaciones el tema de la igualdad, pero éstas medidas no bastaron, pues las brechas y desigualdades siguieron existiendo. Esta situación motiva la discusión sobre la igualdad de derecho o de jure y la realidad vivida por las mujeres en relación con los hombres.

En la Primera Conferencia Internacional de la Mujer en 1975 en México, se aprobó el Primer Plan de la Mujer, creando un ambiente favorable al tema y un compromiso de los gobiernos presentes. A raíz de esta conferencia se da inicio en América Latina a las oficinas, subsecretarías, secretarías e institutos de la mujer (García, 2004).

Fue fundamental en 1981 la realización de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres CEDAW. La no discriminación hacia la mujer fue el norte en las discusiones y lineamientos de política que ambientaron la tercera conferencia de la mujer en 1985, a partir de ella el debate se enriqueció y motivó con la necesidad de eliminar la discriminación de facto; era claro que no bastaba solo  la legislación.

 La Conferencia de Beijing (1995) fue enfática en declarar que los derechos de las mujeres no se harían realidad si entre los múltiples obstáculos para lograr que la igualdad de jure se convirtiera en igualdad de facto, se encontraba la falta de conciencia de hombres y mujeres sobre los derechos que corresponden por ley a ellas y menos aún si se desconocían las instancias jurídicas y administrativas de que debían servirse para ejercerlos.

“Los planes de igualdad de oportunidades, han tenido como marco legal fundante el principio de igualdad exclusivamente”[2]


Los planes de igualdad se han ido acogiendo y ajustando, en la medida que avanzan los debates y se consiguen claridades conceptuales desde las investigaciones sobre el tema. Éstos se deben a la presión ejercida por el Movimiento Social de Mujeres, a los acuerdos internacionales y los debates sobre  necesidades nacionales, que han posibilitado a la naciente política ir progresivamente cambiando del enfoque centrado en el desarrollo, al de género en el desarrollo y a ir asumiendo diversas estrategias de intervención: la igualdad de oportunidades, la acción positiva, la transversalidad, el mainstreaming y la paridad.

Lo paradójico en este proceso ha sido que, en la mayoría de países de América Latina, el avance en los planes de igualdad se ha dado sin tener el soporte jurídico correspondiente, el cual ha sido posteriormente presionado por las instancias nacionales encargadas del tema. Este fenómeno le ha costado a los procesos de institucionalización de la política permanentes inviabilidades legales y administrativas, por carecer del marco que legalice las intervenciones sectoriales, además de gran desgaste (García, 2004).

Es necesario recordar que las leyes de igualdad existen en Latinoamérica desde hace aproximadamente 18 años. El que Colombia las tenga, significa que estamos en el eje fundamental de la doctrina de los derechos humanos, sin que esto signifique que con sólo el enunciado de la ley se hará realidad la igualdad.

Hay que diferenciar las políticas públicas cuando obedecen a políticas estatales y cuando son políticas gubernamentales, para entender sus alcances, limitaciones, continuidad  e impacto en los procesos. Recordemos que las leyes son políticas públicas estatales, orientadoras,  que fundamentan las acciones, proyectos, programas y presupuestos. También son impulsoras de nuevos significados, conceptos y propuestas para el desarrollo social, económico, político y cultural del país.

Algunos  problemas generados a partir de  las políticas de igualdad.

- Suponer que con sólo ratificar  los Estados, la Convención sobre todas las formas de discriminación contra la mujer, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979, ésta sería realidad.
- Impulsar mecanismos de igualdad en contextos donde las bases conceptuales y los marcos legales  reproducen las desigualdades de género, genera grandes dificultades y problemas.
- La política de igualdad, no está en centro del debate de los problemas nacionales, ni en  la agenda política del país.

El Mainstreaming de Género.

Este concepto empezó a circular después de celebrarse la Tercera Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Mujeres (Nairobi, 1985). En 1986 la Comisión sobre la Condición Social y Jurídica de la Mujer de la ONU, decidió integrar, mediante una resolución que comprometía a los Estados miembros, las estrategias orientadas hacia el futuro para el adelanto de la mujer, en los programas de desarrollo tanto económicos como sociales.

En 1995, en el contexto de la Cuarta Conferencia Mundial sobre las Mujeres, la Plataforma de Acción asume como estrategia el Mainstreaming  de género, haciendo un llamado a que, antes de que se aprueben Políticas Públicas y se tomen decisiones con acciones hacia poblaciones específicas, es necesario evaluar el impacto y los efectos que tendrán sobre los hombres y las mujeres. Esta es la estrategia de igualdad de género más reciente e importante que se ha dado en la última década.

Se considera que esta estrategia asume una concepción más amplia de la igualdad, pues involucra a hombres y mujeres en el compromiso de construir una nueva sociedad sin discriminación de sexo. Igualmente se amplía su acción a las políticas macroeconómicas y macrosociales, para afectar e incidir más efectivamente en un problema que es estructural,  involucrando a todos los actores de la sociedad.

El término Mainstreaming de género es de difícil traducción, algunas personas lo equiparan a enfoque de género, pero el concepto tiene desde su origen, mayores implicaciones, pues le apunta como meta a la igualdad  de género. Para el logro de ella, analiza las tendencias dominantes de la sociedad, que se plasman en las organizaciones, las políticas públicas, las formas de participación, la evaluación de procesos, la asignación de recursos y presupuestos, entre otras.

El Mainstreaming de género, es un proceso político y a su vez es un proceso técnico que al incorporarse a todas las políticas públicas, requerirá ser asumido por todos los actores sociales, no será tema de especialistas, sino que será del conocimiento básico y cotidiano de los actores involucrados. Se ha pensado esta estrategia como la mejor forma  de incidir y afectar el carácter estructural de la desigualdad de género.

El Mainstreaming de Género no reemplaza la Política de igualdad de género.

Esta estrategia no reemplaza a la política “tradicional” de igualdad de género, pues hace parte del proceso y es una condición necesaria. ¿Qué hacer en países donde los estudios sobre la mujer y el género no están desarrollados, donde éste conocimiento está en poder de académicas (os), especialistas o en instancias encargadas de la igualdad de género? Hay que fortalecer la política de igualdad de género, sabiendo que el siguiente paso será el  Mainstreaming.

El  Mainstreaming y la política específica de igualdad no son solamente estrategias duales y complementarias sino que forman una estrategia doble y hay que tener mucha claridad sobre este aspecto para no dar pie a que se invaliden las políticas y espacios específicos que trabajan por la igualdad entre los géneros; estos promueven acciones positivas, poseen planes de acción, aplican estrategias como el Mainstreaming. Esta estrategia sitúa a las personas en el núcleo de la toma de decisiones, por eso se le considera un paso hacia un enfoque más humano y menos económico del desarrollo; apuesta a superar la pretensión de considerar que las políticas son “neutras”, porque hace pleno uso del recurso humano (hombres y mujeres), lo que supondría la reducción del déficit democrático que caracteriza nuestra sociedad. En síntesis, se pretende que la política de igualdad entre a la corriente de la cultura dominante y no dejar que el género sea un apéndice o asunto colateral. Se espera que el debate se mire desde otros ángulos, se entienda que el problema no está en que existan diferencias, sino que éstas sean valoradas y medidas con el referente y normas masculinas.

Mainstreaming , Paridad y Treansversalidad: Uniendo la teoría con la práctica.

Estas estrategias tienen como objetivo avanzar en los desarrollos conceptuales y políticos de la dimensión de género en la intervención pública, teniendo como horizonte ir más allá de la igualdad de oportunidades.

La estrategia de Transversalidad en sus inicios, pretendía comprometer mayores recursos e instancias de política pública en el cumplimiento de ampliar las políticas contra la discriminación a todas las instancias del Estado; es lo que conocimos en la década del 90 como Transversalidad institucional.

En la actualidad se avanza al evaluar que: “la aplicación de la dimensión de género a las políticas públicas tiene como objetivo la evaluación del impacto en función del género que tengan, para evitar consecuencias negativas no intencionales y para mejorar la calidad y eficacia de todas las políticas”[3](Astelarra 2004:15).

La Transversalidad entendida de ésta manera, conlleva a la aplicación con perspectiva de género de todas las actuaciones públicas, acciones, programas y políticas desde su fase de planeación hasta la de evaluación y análisis de impacto.

En algunos países se impulsa la paridad como estrategia de la política de igualdad y como un tipo de acción positiva que tendría como objetivo superar la desigualdad formal  entre hombres y mujeres.

Con los avances de la Transversalidad y la puesta en marcha de la paridad se plantea afectar el sistema androcéntrico de género, pues se producirán nuevos simbólicos, donde hombres y mujeres estén en condiciones de igualdad, afectando la base cultural que ha sustentado la jerarquía de lo masculino sobre lo femenino.

Sin embargo, queda aún mucho camino por recorrer, pues la sociedad debe pensar seriamente en modificar, transformar y cambiar la dicotomía entre las actividades públicas y privadas; en éstas últimas se deben valorar y reorganizar las actividades, funciones y servicios producidos en la familia. También se debe mirar en doble vía, o sea, el espacio público y aquellos lugares que no han sido ocupados con la presencia de unos y otras en cada uno de los ámbitos de interacción social. Es decir, propuestas de políticas antidiscriminatorias que impulsen que los hombres participen cada vez más y de manera más activa en el hogar.

En este proceso hemos aprendido.
- Que cuando se han unido voluntades entre diversos grupos de mujeres, de los partidos políticos, de la sociedad civil y las académicas, se ha logrado liderar propuestas, proyectos y legislaciones que favorecen y den respuesta a las necesidades de las mujeres. Hemos aprendido a hacer alianzas, estableciendo pactos que se pueden medir, contar y hacerles veeduría.

- Que si a este proceso se le acompaña de difusión, se mantiene una activa participación de los sectores implicados. Los resultados  logrados han generado una opinión favorable y nos han fortalecido como grupo de presión. Hemos construido redes, circulado nuestros conocimientos y hemos puesto en la agenda pública nuestras necesidades y derechos.

- Que cuando se ha partido de un proceso de concertación con las organizaciones y el movimiento social de las mujeres, para presentar orientaciones políticas, programáticas y estratégicas en la dirección y continuidad de las políticas públicas de igualdad, hemos tenido acciones más firmes para cumplir con el objetivo de intervenir en las políticas ejes del Estado (Mainstream), que requieren de un gran esfuerzo de reformulación de  prioridades en temas macroeconómicos y macrosociales (Peláez, 2002).

- Hemos aprendido a reconocernos y a dar autoridad a los conocimientos y avances en la construcción de nuestra autonomía.

- Cuando se ha asumido la perspectiva del desarrollo humano sostenible, se avanza, pues este enfoque plantea la necesidad de integrar la equidad, la sustentabilidad, la productividad y el empoderamiento, con una redefinición hacia una democracia genérica, la cual implica el reconocimiento de la ciudadanía y, en todo caso, la conquista y ejercicio de los derechos políticos de las mujeres. La ciudadanía se puede ejercer de dos formas: por asimilación y por inclusión. La asimilación fortalece las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, pues pretende reconocer como iguales a los (as) diferentes , siempre y cuando se parezcan lo mayor posible a la comunidad. La inclusión parte del reconocimiento de las diferencias y los derechos políticos (Peláez, 2002).

- El asumir la perspectiva del desarrollo sostenible nos ha puesto  en el centro del debate de un nuevo modelo de sociedad, que parte de una relación diferente con la naturaleza, una nueva manera de relacionarnos hombres y mujeres, una nueva ética que da prioridad al cuidado de la vida y a la que le corresponde una nueva estética (Peláez, 2002).

- Necesitamos como principio fundante acudir a la ética de la igualdad y a la equidad como la filosofía que nos permitirá entendernos, aceptarnos en la diversidad y eliminar las injusticias entre nosotras (Lagarde, 2003).

A manera de conclusión.

  • El Movimiento Social de Mujeres, tiene en su agenda para la discusión, la relectura y reinterpretación de los Objetivos del Milenio (ODM) desde un enfoque centrado en los derechos, la equidad y el género; así lo plantea en su llamado la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe.  Se trata de rescatar los avances logrados en las últimas décadas, que no fueron  retomados integralmente en la Declaración del Milenio y que se habían ganado en las diversas conferencias mundiales realizadas en la década de los años 90  del siglo pasado, especialmente con los desarrollos logrados en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo (1994) y la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing(1995).

  • Las políticas de igualdad pretenden que todas las mujeres disfruten de autonomía para tomar las decisiones sobre el propio cuerpo y sobre los espacios privados y los públicos,  lo cual les permitan tener acceso a una vida digna.

  • Para garantizar la autonomía es necesario transformar el modelo económico vigente y combatir la extrema desigualdad social, para lo cual se requiere fortalecer la laicidad y la exigibilidad de los derechos humanos.

  • En todos los países de América Latina, las mujeres organizadas han sido las protagonistas de los cambios en las legislaciones, la adopción de políticas públicas a favor de las mujeres y la creación de los espacios institucionales desde donde se planean y coordinan las acciones para disminuir las discriminaciones que como género padecemos.

  • Las políticas de igualdad de géneros han tenido como objetivo las necesidades de las mujeres. Si se está trabajando en remediar y acabar con el desequilibrio entre los sexos, sería lógico que la política se extendiera a la sociedad en su conjunto y a todos los niveles de política pública del Estado. Así hombres y mujeres estarían comprometidos con la promoción de la igualdad (EG-S-MS, 2003). La lucha por la construcción de ciudadanía  de las mujeres ha exigido el concurso de muchas generaciones que han tenido que actuar con gran creatividad para poder ser admitidas en los espacios donde el monopolio del patriarcado sigue aportando la representación hegemónica y donde se sigue reproduciendo la exclusión femenina (Lagarde, 2003).

  • Como una estrategia para continuar con el proceso de desmonte de la opresión de género, recientemente algunos países han adoptado la paridad. Sin embargo se necesitará que varias  generaciones vivan  el ejercicio político de la paridad continuada, para que las mujeres puedan ser un referente simbólico universal y  evaluar el grado de fracturas realizado al patriarcado.

  • En la actual coyuntura electoral que vive el país nos toca jugar un papel más activo; en momentos particularmente complejos, se necesita hacer política con hombres y mujeres, no patriarcales, de visión amplia, comprometidos/as con el cambio, pluralistas, estadistas, demócratas. Quisiéramos, que la búsqueda de la solución a los problemas de injusticia social y desigualdades económicas, fuera asumida de manera conjunta con la búsqueda de solución para las situaciones de injusticia y desigualdad que caracterizan a nuestra sociedad.

  • Como se ha dicho muchas veces, una mujer en el poder, cambia ella misma; muchas mujeres comprometidas con la causa de las mujeres y muchas mujeres feministas en el poder, lograrán dar contenido, avance y sustentabilidad a nuestra nueva concepción del mundo y de la vida.


Bibliografía

ASTELARRA, Judith. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Llatina. Unidad Mujer y Desarrollo. Secretaría ejecutiva. CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Santiago de Chile, Julio de 2004.


GARCÍA, Prince, Evangelina. Leyes y Políticas de Igualdad. Experiencias regionales y nacionales. Lecciones aprendidas. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Programa de Derechos Humanos de las Mujeres. Departamento Entidades de Sociedad Civil IIDH. Procuraduría Especial de la Mujer. Nicaragua, Managua 24, 25 de Marzo 2004. Ponencia.


____________________. Reflexiones sobre algunos contextos teóricos para interpretar la articulación entre democracia y género. Ponencia presentada al II Congreso de Antropología. Simposio Democracia y Género. 5 de Noviembre de 2004, Mérida, Venezuela.

Grupo de especialistas en Mainstreaming de género (EG-S-MS) Mainstreaming de género, marco conceptual, metodología y presentación de “buenas prácticas”, informe final de actividades. Instituto de la Mujer, Madrid, 2003.


LAGARDE, Marcela. El Feminismo y la mirada entre mujeres. Seminario Internacional sobre liderazgo y dirección para mujeres. Poder y empoderamiento de las mujeres. Valencia 2 y 3 de Abril de 2003.


LAURELL, Ana Cristina. Globalización y reforma del Estado. En: Saúde, equidade e género: un desafío para as políticas públicas. Brasilia Editora Universidade de Brasilia, 2000.


LEON DE LEAL, Magdalena. Relación mujer y políticas públicas. Documento presentado al seminario sobre género, Universidad de Valle, 1993.

__________________. El género en la política pública de América Latina: neutralidad y distensión. Análisis Político (20), Bogotá, IEPRI, Septiembre- diciembre de 1993.


LONDOÑO, Argelia. Políticas públicas en salud para la equidad de género. En: Políticas públicas, mujer y salud. Universidad Itinerante. Memorias. Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe. RSMLAC, Popayán, Noviembre de 2003.


PELÁEZ, Margarita y Luz Estela Rodas. La política de género en el Estado Colombiano: un camino de conquistas sociales. Editorial Universidad de Antioquia, octubre de 2002.

SARMIENTO, Anzola Libardo. Balance de la política social y programas electorales. Revista Foro (23), Bogotá, 1994.

WALBY, Sylvia. Mainstreaming de género: Uniendo la teoría con la práctica. Ponencia para las formadoras “Mainstreaming de género: conceptos y estrategias políticas y técnicas” Andalucía, 26 y 27 Octubre 2004.



[1] Artículo publicado en el cuaderno Nº 3 del Centro Interdisciplinario de Estudios en Género CIEG  de la Universidad de Antioquia. Noviembre de 2003

[2] GARCÍA, Prince, Evangelina. Leyes y Políticas de Igualdad. Experiencias regionales y nacionales. Lecciones aprendidas. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Managua 24, 25 de Marzo 2004.
[3] ASTELARRA, Judith. Políticas de género en la unión europea y algunos apuntes sobre América latina, CEPAL, Serie Mujer y Desarrollo, Santiago de Chile, Julio de 2004

No hay comentarios:

Publicar un comentario