Por: Margarita María Peláez Mejía
Vicepresidenta de la Unión de Ciudadanas de Colombia
Socióloga, Master en Salud Pública y PHD en Ciencias
El lenguaje transmite discriminaciones y violencias, ¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación frente a este tema?
El modelo que explica el mundo se hace a partir del lenguaje y de las narrativas masculinas dominantes: historia del hombre, el hombre como imagen y semejanza de Dios, el hombre como referente de lo humano, la historia de las conquistas guerreras, la historia de lo público. Pero mientras Alejandro Magno, Napoleón, Simón Bolívar y los grandes guerreros de la historia y sus ejércitos pasaban la vida en sus conquistas, ¿qué pasaba en la esfera de lo privado, de la reproducción? ¿Quiénes cultivaban, alimentaban, vestían, educaban y cuidaban las familias, comunidades y ciudades, mientras ellos hacían las guerras? Esta es la historia que no se ha contado, esta es la invisibilizacion del que hacer de las mujeres, de la importancia de la paz y no de la guerra, de la vida por encima de la muerte, de la felicidad y convivencia como destino humano.
Cuál es el papel de las instituciones socializadoras de la cultura hegemónica como la iglesia, la familia, los medios de comunicación y la escuela, en la construcción de identidades moldeadas por el lenguaje verbal, no verbal, simbólico, gestual y corporal que direccionan nuestras formas de ser, pensar, actuar, relacionarnos y habitar el mundo? Afirmamos que el lenguaje es sexista, racista, clasista y transmite estereotipos, exclusiones y discriminaciones. Los sujetos sociales son violentados y excluidos desde el inicio de sus días, traen una impronta, que les hace sentir que son menos, como que algo les falta, una sensación de no cumplir con el ideal que la sociedad nos muestra como el modelo: el hombre blanco, joven, rico, con poder y de un país desarrollado, del primer mundo. Esto es lo que se denomina lenguaje androcéntrico.
En el caso del escuela, como institución socializadora de la cultura dominante, me pregunto cómo nos sentimos desde niñas, cuánto no se nos nombra, no hay ningún modelo femenino que se nos presente exitoso, cuando aparecemos en forma pasiva en los textos escolares, "los nómadas viajaban de un lugar a otro con sus animales, enseres, mujeres y niños", "Manuela Beltrán, a pesar de ser mujer, fue una heroína". Son muchos los ejemplos de las cartillas escolares que reproducen el sexismo y no me refiero al racismo y clasismo. La sensación es como mirarse en un espejo y no verse reflejada. En mi condición de docente, recuerdo como siempre se citaba a reunión de profesores y la mayoría éramos mujeres. Los títulos académicos son en masculino: médico, sociólogo, antropólogo, ingeniero, abogado. ¿Qué pasa cuando se habla del paciente, a pesar de estar en la sala de partos? ¿Qué pasa en el inconsciente femenino, cuanto todo lo importante en la ciencia y el conocimiento tiene nombre masculino, desconociendo la exclusión al saber al que fuimos históricamente sometidas? ¿Dónde están las mujeres científicas? ¿Dónde encontramos a las mujeres que han luchado por la independencia y democracia en sus países? Conocemos muchos héroes y ¿Cuántas heroínas? hasta el término heroína, te remite a una droga.
Muchas personas se sienten incómodas y ridiculizan el lenguaje incluyente y nuestra insistencia en decir que lo que no se nombra, no existe. Para algunos esto no es académico, y es un desgaste de palabras. Hemos luchado durante muchos años por visibilizarnos, nombrarnos, rescatar lo femenino en la historia, en la filosofía, la cultura, el arte, la política, es decir en la vida de la humanidad, como la mejor manera de contrarrestar al sexismo en la cultura.
Este objetivo político de las mujeres, ha sido acogido a nivel internacional y en Colombia, la Corte Constitucional dictó la sentencia C804/2006, en donde llama a todas las entidades del Estado a utilizar el lenguaje incluyente. Pero dirán algunos, el lenguaje es neutro, tiene femenino como masculino y neutro. El lenguaje direcciona y si no se asume críticamente la cultura, la reproducimos para que los sometidos se mantengan en sus lugares, roles, condiciones de vida y acepten como natural la discriminación, las pobrezas y violencias. ¿Hemos visto muchas mujeres, indígenas y población negra en puestos de poder y prestigio, en los textos escolares, en las revistas, periódicos y en la televisión? Ahora que estamos en el mundial de fútbol femenino y en la copa América de fútbol masculino, ¿Se da la misma importancia mediática a los dos eventos deportivos? ¿Tiene la población similar información sobre el equipo de mujeres que el de hombres? ¿Se les paga a las mujeres similar a los hombres? ¿Se acompañan por parte de las confederaciones, ligas de fútbol, empresa privada y el Estado similar a como se hace con los equipos masculinos? Este es un buen ejemplo que demuestra lo inequitativo, discriminatorio y excluyente del lenguaje en los medios de comunicación, en donde sin análisis y cuestionamientos, se presentan los hechos que seguirán como espejos reproduciendo injusticias, corrupción, devastación de nuestros territorios, las pobrezas e iniquidades de género.
El lenguaje incluyente, nombra la diferencia, permite que ellas se expresen, cuenten sus historias, tengan su propia voz, que signifiquen sus formas de vida, que den cuenta de sus opresiones y discriminaciones, que puedan decir, como en el caso de las mujeres, que somos la mitad del mundo y tenemos derecho a una ciudadanía plena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario