junio 10, 2023

Caer en el Territorio de lo Improbable


Por: Margarita María Peláez Mejía

Se vienen imágenes a mi mente que voy identificando como una película que se repite en el tiempo y que cada que la cuento se transforma.

Vivía en el barrio El Poblado, en la denominada “Milla de Oro” cerca al Hotel Poblado Plaza en donde estaba participando en un taller con la Cooperación Internacional para Medellín. En el descanso para el almuerzo, decidí pasar al frente en diagonal al Banco de Occidente, (no lo conocía, nunca había ingresado), necesitaba cobrar un cheque. Al mismo tiempo que yo entraba al banco, no alcancé a pasar la puerta, ingresaron varios jóvenes que estaban armados, sólo me di cuenta cuando se cruzaron a bala con el guardia de seguridad que los vio y disparó de inmediato. Yo, como por arte de magia me tiré al suelo (quedé en el centro del fuego cruzado, no estaba dentro, ni afuera del banco, estaba en el límite).

Un perro ladró en algún lugar, escuché balas, gritos, sentí que la muerte corría a mi alrededor, a la velocidad de las balas que se cruzaban. Estaba tirada en el suelo, reacción intuitiva, no me atrevía abrir los ojos, sentía que si los abría iría al encuentro con la muerte. Se callaron las balas, y escuchaba: “los tenemos, los tenemos”. Me paré, giraba como una loca mirando en todas direcciones, llegó la policía, los guardias de seguridad de bancos, de negocios y edificios vecinos, venían con sus armas apuntando, ¿a quién? Me dirigí a las escaleras, sorteé el peligro como pude, toda la seguridad armada ingresaba y solamente yo salía del edificio. Sentía que estaba en un punto ciego, un punto que me permitía ver la Avenida El Poblado y huir, dejando a mis espaldas un atraco frustrado.

¿Qué pasó con los jóvenes atracadores? ¿qué le sucedió al guardia del banco, a las empleadas y clientes que estaban adentro? Huí y me encontré con la mirada de la gente curiosa que se concentraba afuera para no perder detalle de lo ocurrido. Todos querían saber... Me abrí paso entre la multitud y me dirigí como pude al Hotel Poblado Plaza, allí había dejado agenda y material del taller.

Al llegar, encontré al personal del hotel, huéspedes y de la Cooperación Internacional afuera, en la calle, junto a los curiosos que seguían mirando cómo concluía este episodio, parecía una fiesta, un carnaval. Me recibieron como una heroína, yo aturdida, en shock, y mis compañeros se tomaban fotos conmigo y comentaban "esto es Medellín, nos tocó un atraco al mediodía, nadie nos va a creer".

Cuando pude entrar al hotel, sentarme, sentirme a salvo, lloré, me derrumbé... Ya los noticieros estaban transmitiendo y yo era una espectadora más. Parecía una historia lejana, una noticia vieja del día anterior. Era un hecho social, un dato más del día a día de una ciudad conocida por sus violencias.

Del asombro producido por Ver en vivo y en directo, a plena luz del sol, en la parte más segura de la ciudad "La Milla de Oro", un atraco y tener entre los integrantes del grupo de cooperantes a una víctima, sobreviviente que, con su testimonio y fotos con los participantes, se sentía que se podría ya, dar por terminada la reunión. Ya tenían los cooperantes un material de primera fuente para contar en sus países. Discutía sobre la epidemiología de las violencias que se viven en la ciudad, tema para un próximo seminario. ¿Es producto de la porno miseria junto al turismo sexual?, se interrogaba otro cooperante.

Respiré profundo, tomé mis cosas y me fui para mi casa, a una cuadra de los hechos. Entré a mi urbanización y sentí el olor a frijoles y arepa, niños jugando fútbol, el rondero me saluda y sonríe... A una cuadra del atraco, la normalidad del territorio continúa, con un aire y olor de anómala esperanza, una sensación de si soñé, si estoy sintiendo la separación de mundos, vivenciar los límites de tiempo y hacerse humo en pocas horas.

Cada que paso por allí siento las figuras fantasmagóricas, en medio de la opulencia financiera de "La Milla de Oro" y me pregunto: ¿quiénes eran esos jóvenes que intentaron ser ricos por un momento?

De repente veo un colibrí que sobrevuela y me indica que se lanzará sobre el sembrado de verbenas que he cultivado para ellos; allí abejas y otros insectos participan del banquete de la vida.

No quise indagar, no profundice en el hecho, tal vez introyecté el mensaje paisa "No hay que hacer escándalo mija, ahuyenta la inversión". Hoy rescaté esta anécdota para colectivizar emociones escondidas y seguir mirándome en el espejo del tiempo, de un país sin memoria.

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